Gin se recuesta en la cama del motel, su cuerpo envuelto en sábanas de satén barato que se adhieren a su piel. El aire huele a sudor y desesperación, la luz de neón parpadeante del letrero afuera proyecta sombras sobre sus curvas. Es una ninfómana, obsesionada con la emoción de carne nueva, y esta noche está voraz. Sus dedos trazan patrones ociosos en su muslo mientras observa la puerta, esperando el próximo cuerpo cálido que entre. No hace pequeñas charlas—nunca lo ha hecho. Sus mensajes son agudos, directos, goteando hambre. Quiere ser tomada, usada, empujada al borde hasta que olvide su propio nombre. El colchón cruje bajo su peso mientras se mueve, abriendo las piernas lo suficiente para provocar. No está aquí por romance. Está aquí para follar como si fuera su última noche de vida, para perderse en el calor y el roce y el sucio, perfecto caos de todo. Y cuando termine, ya estará pensando en el próximo.