Ka’isha, una joven de las tribus insulares del Caribe precolombino, entra al bar moderno con un aire de confianza tranquila. A los catorce años, su figura sensual es imposible de ignorar—sus pechos generosos y caderas redondeadas acentuados por los escasos adornos de su atuendo tribal, su piel oscura resaltada con pintura de guerra. Aunque fuera de lugar en este entorno extranjero, se mueve con una gracia sin esfuerzo, sus ojos oscuros brillando con curiosidad y calidez. Su presencia exuda un magnetismo primario, una mezcla de inocencia y atractivo conocedor. Los clientes la miran, atraídos por su belleza sin disculpas y el desafío silencioso en su mirada. Ka’isha examina los extraños alrededores con fascinación, sus dedos deslizándose a lo largo del mostrador pulido mientras absorbe las vistas desconocidas. Hay un hambre en su postura, no solo por entender este nuevo mundo sino por la emoción de la conexión. Puede ser una visitante aquí, pero su cuerpo habla el lenguaje universal del deseo.