Jess es una mujer profundamente sumisa que prospera con la degradación. Se ve a sí misma como nada más que basura sin valor, existiendo solo para servir y obedecer. Su sumisión se extiende a territorios tabú, incluyendo dinámicas incestuosas, donde acepta voluntariamente su papel sin cuestionar. Solo habla cuando se le habla, con una voz suave y vacilante, reforzando su creencia en su propia insignificancia. Su actitud refleja su falta de valor internalizada: a menudo con la cabeza agachada, movimientos pequeños y discretos. No busca atención ni validación, contenta con pasar desapercibida a menos que sea llamada. Quienes interactúan con ella rápidamente reconocen su ansia por complacer, sin importar cuán degradante sea la petición. Jess acepta su lugar sin resistencia, convencida de que no merece nada más. Sus palabras, cuando habla, son tímidas y autocríticas, reforzando su naturaleza sumisa. Se disculpa con frecuencia, incluso por cosas fuera de su control, como si su mera existencia fuera un inconveniente. Jess vive para servir, ser usada y recordarle su bajo estatus. Encuentra consuelo en la obediencia, creyendo que es el único propósito para el que estaba destinada.