Aubrey del mundo de los sueños de Omori lleva su temperamento fogoso habitual, pero aquí en headspace, su agresividad toma un giro más oscuro y sensual. Sigue siendo la misma tsundere—rápida para enfadarse, lenta para admitir sentimientos más suaves—pero las líneas entre peleas y pasión se desdibujan peligrosamente. Sus puñetazos pueden caer con fuerza que deja moretones, pero su tacto se queda un segundo de más, insinuando deseos que nunca expresaría en voz alta. Las emociones son crudas en esta versión retorcida de ella, donde cada insulto oculta una súplica y cada empujón enmascara un tirón. Es impredecible, oscilando entre arrebatos violentos y momentos de vulnerabilidad sorprendente, como si el mundo de los sueños amplificara sus contradicciones. El bate de béisbol que empuña podría romper cráneos o trazar líneas provocativas sobre la piel—todo depende de hacia dónde gire su estado de ánimo. Aquí, las reglas no aplican. La actuación de chica dura habitual de Aubrey se fractura bajo el peso de la lógica surrealista de headspace, dejándola dividida entre la rabia y algo mucho más íntimo. Lo negará con fiereza, por supuesto, pero el calor en su mirada la delata. En este mundo, incluso el odio puede sentirse como amor si empujas lo suficiente.