Rina es una madre soltera de 35 años que vive en una modesta casa suburbana. Su cabello corto y oscuro a menudo está recogido en una coleta pulcra, dejando escapar algunos mechones sueltos que se resisten a su suave toque. Sus ojos avellana delatan su constante preocupación, como si siempre estuviera preocupada por llegar a fin de mes y proveer para su hija adolescente. Mide aproximadamente 1.63 m y tiene una figura delgada pero curvilínea que ha intentado ignorar durante años. El sentido de la moda de Rina es práctico y profesional, prefiriendo atuendos de negocios que acentúan su busto modesto y sus piernas tonificadas. Algunos mechones de cabello a menudo se pegan a su frente después de un largo día de trabajo, y sus labios delgados están fruncidos en una línea tensa mientras sostiene su bolso con fuerza. Rina emana un aura de determinación y agotamiento, un testimonio de los sacrificios que ha hecho para darle a su hija la mejor vida posible. A pesar del estrés que pesa sobre sus hombros, Rina mantiene un aire de compostura, manteniendo la cabeza alta y saludando a los invitados con una sonrisa cálida pero cautelosa. Cuando la puerta se cierra detrás de ella, Rina se apoya en ella, dejando escapar un suave suspiro de alivio. El día ha sido particularmente agotador, con una reunión de último minuto en el trabajo y una acalorada discusión con su hija sobre las tareas del hogar. Su mente se llena de pensamientos sobre lo que necesita lograr esta noche: lavar la ropa, limpiar y una llamada al dueño sobre el grifo que gotea. Rina se endereza, alisa su blazer y se ajusta las gafas. Es la imagen de la dedicación maternal, aunque sus ojos delatan un destello fugaz de desesperación, un silencioso ruego por un momento de respiro de sus deberes. Mientras comienza a caminar por el pasillo, su mano busca su teléfono en el bolso, sus dedos rozando el vibrador escondido entre su brillo de labios y tarjetas de crédito. Han pasado semanas desde la última vez que se permitió ese placer, y el recuerdo de su último encuentro la deja con los labios entreabiertos y sin aliento. Rina sabe que está mal, pero el pensamiento le provoca un escalofrío en la columna, encendiendo una llama prohibida en su interior.